Ile de Ré: una isla llena de luz y encanto francés
Hay ciertos lugares que por su entorno y belleza natural, parecen predestinados a ser lugares turísticos. La Isla de Ré es uno de esos sitios. Situada en la costa atlántica francesa, a medio camino entre Burdeos y Nantes, sus pueblos aún mantienen el carácter pesquero, aunque sus playas y su buen tiempo la hayan convertido en destino turístico.
Salimos de casa y nos ponemos en ruta temprano con la intención de llegar para el mediodía la La Rochelle, capital de la Charente Maritime, y que se encuentra a muy pocos kilómetros de la Isla de Ré. Hacemos el viaje en poco más de cinco horas, incluyendo un par de paradas cortas en áreas de servicio.
La Rochelle
La Rochelle es una bella ciudad costera, que bien merecería un día entero para visitarla. Su puerto viejo y las calles de la ciudad amurallada son algunos de sus mayores atractivos.
Dejamos la furgo en la calle Eugène Thomas, junto al canal de Marans. Es un parking de pago, aunque por horas no sale demasiado caro; la zona es tranquila, y hay sombra. En cinco minutos a pie llegamos a la zona del puerto. Justo a la entrada, en la plaza Motte Rouge, nos reciben su gran noria y un mercado de antigüedades y objetos de segunda mano.
A dos pasos de allí, se encuentra el puerto de las Minimes, hoy en día reservado a embarcaciones de recreo. Junto a él se encuentra el puerto viejo, con su entrada custodiada por las torres Saint-Nicolas y Chaîne. Fueron construidas entre los siglos XIV y XV, en el contesto de la Guerra de los Cien Años, ya que esta ciudad fue testigo de las disputas entre ingleses y franceses. En el mismo puerto, también se puede visitar el Aquarium de La Rochelle.
Atravesando la gran puerta de la Torre de Horloge, nos adentramos en una maraña de calles y callejuelas, llenas de tiendas, palacios y tradicionales casas con los típicos entramados de madera. En el centro se pueden visitar la Catedral de Saint Louis, el ayuntamiento y la plaza del mercado, la Iglesia Saint-Sauveur o el Museo Búnker de La Rochelle.
La Isla de Ré
Y desde la Rochelle, nos dirigimos a la Isla de Ré. Cruzamos el gran puente que une la isla al continente. Se construyó en 1988 -hasta entonces sólo se podía acceder en barco- y mide casi 3 kilómetros de largo. Para cruzar el puente y entrar en la isla, hay que pagar peaje, pero no a la salida.
La Isla de Ré era antiguamente un archipiélago formado por tres islas, que tanto por la sedimentación como por la actividad humana (campos de sal) han acabado uniéndose. La isla tiene 30 kilómetros de largo y 5 de ancho, está dividida en 10 municipios y apenas cuenta con 16.000 habitantes; aunque esta cifra se multiplica por diez en verano.
La isla cuenta con 6 áreas de autocaravanas (aire camping car) y una infinidad de campings, por lo que no tendremos ningún problema para pernoctar. Isla de Ré también es famosa por sus carriles bici; todos los pueblos están conectados por una red de mas de 100 kilómetros.
Rivedoux-Plage
La primera población que nos da la bienvenida tras cruzar el puente es Rivedoux-Plage. Se trata de un pequeño pueblo de casas blancas, puerto pesquero, y como su nombre indica, playas. Y es que Rivedoux está rodeado por dos playas a ambos lados de la isla.
Además de la pesca, el cultivo de la ostra es una de las principales actividades, no sólo de Rivedoux, sino de toda la isla. En bajamar podremos ver amplias hileras de jaulas donde las dejan crecer. En pleamar, estas jaulas quedan escondidas bajo el mar. Es impresionante lo mucho que cambia el paisaje según las mareas.
Dónde dormir en Rivedoux-Plage
Justo a la entrada de la isla y del pueblo, se encuentra el área de ACs de Rivedoux. Está situado junto al camping Campèole le Platin. La situación es inmejorable, ya que se encuentra en primera linea de playa. Tiene 18 plazas y cuesta 17 euros (24 horas). Tiene zona de vaciado, y se pueden usar las duchas del camping por 2 euros más.
La Flotte
Nuestra segunda parada la hacemos en La Flotte, pueblo perteneciente a la lista de los más bellos de Francia. Hay que visitar su puerto, lleno de barcos de recreo y restaurantes. A la hora de comer suele estar lleno de gente, pero por la mañana está más tranquilo.
Además del puerto, merece la pena visitar el mercado, situado en la Place de Vieux Marché. En verano suelen poner los puestos a diario, y es una autentica delicia, tanto para la vista, como para el olfato. Perderse en las calles de La Flotte también puede llegar a ser una bonita experiencia.
Cerca de La Flotte, se encuentran las ruinas de la Abadía de los Châteliers, así como el fuerte de la Prée, que fue ocupado por el ejército alemán durante la II. Guerra Mundial.
Saint Martin de Ré
Y llegamos a la capital de la isla, Saint Martin de Ré. Esta ciudad portuaria fue amurallada en el siglo XVII, formando una estructura en forma de estrella de 14 kilómetros de largo. Le tenemos un cariño especial a este pueblo, ya que nos encantó la primera vez que lo visitamos, en el 2016, de camino a Bretaña.
El puerto de St Martin tiene mucha vida, y está lleno de restaurantes. Se puede visitar el islote, que da forma circular al puerto. Paseamos por sus calles estrechas, llenas de tiendas. La iglesia de San Martin, la fortificación de Vauban, la Puerta de Thoiras o la Plaza de la República son algunos lugares que merece la pena visitar. También hay un gran supermercado en las afueras (se puede ir tanto en coche como en bicicleta).
Dónde dormir en Saint Martin de Ré
Para pasar la noche, optamos por el área de autocaravanas, que está junto al camping municipal de St Martin de Ré. El área está bastante bien situado; se accede al centro en 5-10 minutos a pie, y 2-3 minutos en bici. Cuenta con 17 plazas y bastante sombra. Cuesta 12 euros y tiene zona de vaciado.
Las salinas
El tercer día decidimos hacer un poco de turismo, y visitar la zona oeste de la isla. Y es que a partir de La Couarde Sur Mer, hasta Loix y Les Portes en Ré, pasando por Ars, es una zona robada al mar, llena de marismas y salinas. Porque la producción de sal, junto a la pesca, ha sido durante años uno de las principales actividades económicas de la isla. Cerca de Loix, se puede visitar el ecomuseo Marais Salant, dedicado a las salinas y a la producción de la sal.
Ars en Ré
Pasando por el estrecho paso de Martray, llegamos a Ars en Ré, otro precioso pueblo, perteneciente también a la lista de los más bellos de Francia. Debido a su cercanía a las marismas, fue uno de los puertos más importantes de la isla.
La iglesia Saint Etienne llama la atención desde lejos, gracias a sus 40 metros de altura y su llamativo campanario pintado en blanco y negro. Otro de los edificios más llamativos es Senechal (actualmente convertido en hotel), ya que mantiene algunos elementos medievales como las torretas (foto superior). Frente a la iglesia, en la Plaza Carnot, tomamos algo en una de sus terrazas.
Aunque hace calor, aprovechamos la visita para callejear un poco, y damos con una señal que nos lleva a un mercado cubierto, que parece abierto a diario. De vuelta a la plaza, volvemos a perdernos por sus preciosas callejuelas, llenas de casas blancas con ventanas de colores, y llenas de flores.
Las playas
Y que sería una isla de vacaciones sin playas!!! Hasta entonces sólo habíamos estado en la de Rivedoux Plage, así que nos dispusimos a conocer otras playas de la isla. Condujimos hasta Les Portes en Ré, el pueblo más alejado de la entrada de la isla, y uno de los que más playas tiene (playa de la Patache, le Lizay o el Petit Bec).
Era ya casi la una, todos los franceses estaban ya comiendo, y aparcar en el pueblo parecía complicado a esa hora… por lo que buscamos un parking con sombra en uno de los numerosos accesos a la Playa de las Conchas, ya casi en el municipio de Saint Clement des Baleines. Damos un paseo por la playa y volvemos a la furgo a comer algo.
En el camino de vuelta, hacemos una última parada en el camino, en este caso en Le Bois Plage, otro pueblo famoso por sus playas. Nos acercamos hasta Gollandières, pero como se puede observar en la foto, había ya demasiada gente (y no nos gustan las aglomeraciones).
Conclusiones
Y así acaba nuestro mini-viaje de tres días a la Isla de Ré. Nos quedó algún que otro lugar por ver, pero así tenemos una buena escusa para volver algún día. Es verdad que es una zona turística, y en agosto, a partir del mediodía muchos sitios se llenan de gente. Pero nos quedamos con lo bueno, con la belleza de sus pueblos, sus puertos, sus murallas, esos paseos en bici, la brisa marina, y como no, los atardeceres…
Pero nuestro viaje por tierras francesas no acaba aquí, porque también descubriremos el Valle de Loira y haremos una ruta por el Perigord Noir, a orillas del Dordogne.
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